Esas tres formas de manifestarse de los PMT (Paquetes de
Memoria Thanáticos) son, respectivamente: (a) a través de la clarividencia de
ciertos sensitivos o dotados que, racionalizando su percepción inconsciente a
través de los filtros de sus condicionamientos culturales (generalmente bajos)
creen ver “fantasmas”. Esos “fantasmas”sólo existen fuera de él o ella en forma
de “potenciales energéticos” no visibles al ojo humano. Cuando cree “ver ”un
fantasma, en realidad lo que está haciendo es “hacer comprensible” lo que
percibe inconscientemente (pero no sabe qué es) a través de los cristales de
una educación o sistema de creencias determinado.
En estos casos, el PMT se “enlaza”a la persona y, si ésta
desconoce las técnicas de “desenganche”, corre el riesgo de quedar psicológicamente
dependiente de este PMT cuyo “lapso de vida”es, obviamente, muy superior al del
sujeto al cual adhiere.
Las otras dos formas en que nos pueden perjudicar los PMT
consisten en: primero, la consustanciación del PMT con “ectoplasma” emitido por
sensitivos. Como todo estudiante de Parapsicología sabe, el ectoplasma es
materia (lípidos, células epiteliales y tejido conectivo) que algunos
sensitivos exudan por los orificios naturales del cuerpo, a expensas de una
descarga de Enpsi (“Energía Psíquica”), también conocida como “telergia”.
En ocasiones, este ectoplasma toma una forma definida: una
mano, un rostro, un cuerpo humano, habiendo sido este un fenómeno muy común en
las sesiones mediúmnicas de las tres décadas primeras de nuestro siglo. Este fenómeno
recibe entonces el nombre de “ectocoloplasma” o “ideoplastia”.
Finalmente, la tercera forma de problemática consecuencia de
la acción de un PMT es cuando se asocia con una “larva astral”–situación ya
comentada–. Ahora bien, ¿qué es exactamente un PMT?.
La primera pregunta que debemos hacernos es obvia: ¿existe
algo después de la muerte?. Y aquí voy a regresar a algunos conceptos vertidos
en mi ensayo “Parapsicología Aplicada”, texto de estudio en los cursos de
Parapsicología por mí dictados.
Los parapsicólogos afirmamos que los fenómenos paranormales
son producidos (a falta de mejor definición) por una energía no física. Como
sabemos, toda energía f ísica, para ser tal, debe cumplir varios axiomas, entre
ellos los de que la suma de los efectos debe ser igual a la suma de las causas,
y que el cuadrado de su coeficiente debe ser inversamente proporcional a la
distancia y el tiempo en que se manifiesta.
Veamos un ejemplo para este caso. Enciendo un mechero de
gas. Aproximo mi mano. Percibo un determinado índice de calor. Comienzo a
alejar mi mano. Cuanto más alejo mi mano, menos calor siento. La energía
(calor) es inversamente proporcional a la distancia.
Supongamos ahora que en ese mechero caliento un cuchillo,
hasta que éste se pone al rojo. Apago el mechero. Cuanto más tiempo pasa, menos
calor irradia la hoja. En este caso, la energía es inversamente proporcional al
tiempo.
Con la energía psíquica, o “enpsi” ello no ocurre. Las
experiencias demuestran que el índice de resultados es independiente de la distancia
entre los sujetos participantes; así, en una práctica de telepatía por ejemplo,
los resultados son altos o bajos así medien cuatro metros o dos mil kilómetros
entre ellos. Además, la existencia de los fenómenos de precognición (percepción
del futuro) y postcognición (percepción del pasado) demuestra que la relación
tiempo-enpsi es inexistente.
De ello podemos deducir que esa “energía”, enpsi, se
transforma, de alguna manera, luego de muerto el individuo. Si puede
proyectarse al futuro, es porque se independiza de su entorno biológico (“nada
se pierde, todo se transforma”).
Adherimos entonces aquí a la hipótesis del biólogo
Jean-Jacques Delpasse:
“paquetes de memoria”, incluyendo los primitivos “núcleos de
personalidad” del individuo (ya presentes en la gestación fetal), todo ello
consecuencia de la transformación de las energías psíquicas a que hemos hecho
referencia (enpsi y “libido”, o suma de impulsos eróticos y thanáticos), que
luego de la muerte del individuo “escapan” al mismo y sobreviven, atravesando
fases de transformación a los que oportunamente haremos referencia.
La acción que estos PM por sí solos pueden ejercer en el
mundo de los seres biológicamente activos es mínima, y siempre desencadenará en
nosotros respuestas de la esfera subjetiva; dicho gráficamente, un “fantasma”
no atentará contra nuestras vidas ni solucionará nuestros problemas, pero según
priven en él impulsos eróticos o thanáticos actuará influyendo en un sentido u
otro, siempre en relación directa y constante con el índice de armon ía y
equilibrio psíquico que en nosotros existe.
De allí que las personas más inestables psíquicamente sean
no solamente quienes más fácilmente detectan la presencia de estos “paquetes de
memoria”, sino también quienes más sensiblemente son v íctimas o beneficiarios
de la acción de los mismos. Y aquí deberíamos retrotraernos al problema
original de la existencia de Dios.
Entiendo que antecede una aclaración: éste no es un tratado
monotemáticamente teológico, por lo cual no acompaño esta monografía con todas
las informaciones, documentos, juicios y razonamientos que obran en mi poder.
Me bastará con exponer la teoría y acompañarla de algunos argumentos lógicos, a
fin de hilar la temática.
Oportunamente, he de regresar en extensión sobre el tema.
Pocas dudas quedan actualmente sobre el origen del Universo.
Hace unos veinte mil millones de años, todo se reducía a una inmensa masa de
gas, polvo y energía latente.
El “núcleo de personalidad fetal”, con sus impulsos
primarios. Repentinamente ocurrió lo que los científicos conocen como el “Big
Bang”: la primera Gran Explosión, que expulsó energía y materia en todas las
direcciones del Cosmos; una indudable reacción erótica.
A ello, debió oponerse su contrapartida thanática: la
tendencia a la contracción del Universo, y entre ambos su justo equilibrio, lo
que hoy llamamos principio de entropía, y que podría formularse (reelaborando
el “principio de Carnot” o segunda ley de la Termodinámica) como “la tendencia
de toda energía a distribuirse uniformemente en todos y cada uno de los puntos
del Universo”. El Big Bang y la entropía son dos caras de la misma moneda.
Principio y fin de un proceso que yo llamo de Gestación de Dios.
Porque afirmo que Dios ni existe ni deja de existir: Dios
está en gestación, recreándose así mismo permanentemente, día a día, segundo a
segundo, eón a eón, en cada punto del Universo. Porque cuando toda la materia
del Universo se haya transformado en energía y toda esa energía se haya
distribuido entrópicamente, el Universo se hallará perfecta y armónicamente
equilibrado: el Universo será Yin Yang. Para ese entonces, los “paquetes de
memoria” detonados por las criaturas pensantes, cualquiera fuere su origen en
ese ex Universo, también se habrán distribuido entrópicamente.
Por supuesto a estas consideraciones habría que agregar que
dado que el Tiempo (o, para ser más precisos, “el paso del...”) es una
concepción meramente humana (a nivel cósmico el tiempo es una energía que fluye
en sentido contrario a la materia) el “futuro” o “pasado” de Dios son también
el “presente”, lo cual equivale a decir que Dios se gesta (se gestó-se gestará)
fuera del Tiempo tal como lo percibimos, ya que al ser el Todo, también Todo el Tiempo es parte de El.
He allí el gran papel que hemos de desempeñar: evolucionar
eróticamente hasta que, dentro de algunos eones, nos transformemos en Uno con
el Universo. Nunca más cierto, entonces, que en cada ser humano anida una
chispa divina. El Destino es ser Dios: cuando el Todo sea un Todo pensante,
armónico, omnisciente, omnipresente, omnipotente, omnisapiente.
Perfectamente fundamentados en la Física moderna, podemos
suponer que los “paquetes de memoria”o “almas”eróticas (lo que la Iglesia católica,
por caso, llama “almas justas”) impulsadas por una velocidad de escape mayor que
las thanáticas (“injustas”) hacia el “borde”del Universo, esperan la dispersión
entrópica de las demás. Estas últimas pueden perderse en “agujeros negros”,
estrellas que estén colapsando u otros fenómenos cósmicos caracterizados por
“capturar” energía, de donde tal vez nazca la primitiva concepción de
“infierno”; o atrasando la transformación del “paquete de memoria” en energía
entrópica. Puede ocurrir entonces que los paquetes eróticos polaricen la
atracción de los paquetes thanáticos, “ayudándoles a evolucionar”,
despegándolos de la tierra. He allí, tal vez, el origen del espiritismo,
inexacto y plagado de malformaciones de contexto, y si aceptamos la posibilidad
científica de que los agujeros negros sean el paso hacia una especie de
“universo paralelo”, es posible concebir un co-Universo que sin ser el reducto de
la “maldad” sí sería depósito de “paquetes de memoria” aferrados a la
materialidad, involucionando.
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