Analicemos con mayor profundidad el tema del vampirismo
psíquico, sus fundamentos y consecuencias.
La Ciencia parece estar revirtiendo sus viejas posiciones o,
cuanto menos, algunos de sus representantes, y corriendo a aportar pruebas a nuestras
tesis. Así, con ayuda de sensitivos, la psiquiatra Sharika Karagulla, de la
Universidad de Nueva York, confirmó la existencia de diversos campos de energía
que se interpenetran, dentro y en derredor del cuerpo humano. Demostró que
algunas personas –especialmente las excesivamente centradas en sí mismas– se
alimentan de los campos energéticos ajenos (lo que nos diría que una buena
forma de precaverse de tales ataques consiste en autoobservarse y desechar todo
lo egoísta que exista en nuestra naturaleza. Bien dice el refrán que “en el pecado
está la penitencia”.
Después de haber leído un libro sobre Edgar Cayce, la
doctora Karagulla sintió que estaba enfrentando un gran desafío. Edgar Cayce es
conocido como “el mayor curador de todos los tiempos”. Poseía el don de hacer
diagnósticos precisos, en una especie de sueño, observando a sus pacientes a
centenares de kilómetros de distancia. También prescribía el medicamento
acertado para sus tratamientos.
Este libro sobre Cayce abrió a la doctora Karagulla una
puerta para una serie de encuentros sorprendentes. Inventó nuevos métodos de
investigación, hizo experiencias con sensitivos, personas con dones especiales,
capaces de percibir campos de energía alrededor del cuerpo humano. Jamás
trabajó con médiums en trance , manteniéndose lejos de los llamados fenómenos
espiritistas, y alejó de su laboratorio a las personas que usan sus dones para
ganar dinero.
Durante el transcurso de sus investigaciones, la doctora
Karagulla se hizo acreedora de la confianza de muchos sensitivos, entre los
cuales se encontraban médicos y también ejecutivos, físicos, químicos y
artistas. Entre sus investigados la doctora Karagulla concedió gran importancia
a un tal “doctor Dan”, conocido como “el médico de los diagnósticos infalibles”.
Este tenía un cierto poder magnético para curar, haciendo verdaderos milagros
con pacientes que habían sufrido de parálisis infantil. Explicaba quepercibía
un campo de energía que penetraba el cuerpo del paciente, esparciéndose en todas
direcciones, algunos centímetros fuera del cuerpo. Por supuesto, se trataba de aquello
que esoteristas y parapsicólogos conocemos desde siempre como “aura”humana, pero
el mérito de este aparente “redescubrimiento”es el hecho de que ahora se
trataba de científicos quienes transitaban el camino por nosotros hollado. El
doctor Dan primero examinaba el campo de energía y después el cuerpo físico. En
el cuerpo energético veía si los nódulos nerviosos estaban bien. Si no lo
estaban, usaba métodos magnéticos para curar y podía ver inmediatamente los
resultados. Percibía en el campo energético irregularidades que aún no se
habían manifestado en el cuerpo físico, por eso podía profetizar cuándo y cómo
la persona sufriría.
Otra médica, la doctora Alicia, también veía cómo el campo
energético penetraba a través del cuerpo físico, desparramándose hacia fuera de
éste. Cuando un paciente entraba en su consultorio, ella sabía exactamente cuál
era su mal, pues sentía los dolores del paciente en su propio cuerpo.
La doctora Karagulla quedó muy sorprendida por el hecho de
que tantos médicos tuvieran dones paranormales y los usaran para curar a sus pacientes.
Sólo que ellos nunca comentaban con ella sus dones, temiendo ser objeto de crítica
o burlas. Mientras tanto, estaban entusiasmadísimos con poder conversar sobre
el tema con sus colegas de profesión. Se quedaban tranquilos con el simple
hecho de que existieran otros médicos con los mismos dones.
También hay un gran número de personas en puestos elevados
(directores de empresas, altos funcionarios públicos, etc.) con dones
paranormales; la mayoría de las veces ellas no tienen consciencia de esos
poderes. No siempre eran capaces de ver dónde terminaban las percepciones
normales de los sentidos y comenzaban las otras percepciones nada normales.
La doctora Karagulla llegó a la conclusión de que, según las
declaraciones de los sensitivos, nosotros vivimos y nos movemos en un enorme y
complicado océano de energías. Escribe que ellos hablaban repetidamente de
individuos succionadores, parásitos. La pregunta es, ¿por qué hacen eso?.
Existen personas que no consiguen robustecer sus energías en
el océano de energías que nos rodea. Buscan sus energías predigeridas en las
personas que les rodean. Los sensitivos observan y describen este proceso. Después
de muchas investigaciones en colaboración con psicólogos y psiquiatras, la
doctora Karagulla descubrió que los parásitos son casi siempre personas
egocéntricas.
Los sensitivos constatan que los succionadores poseen campos
de energía muy restringidos. Tales personas no son conscientes generalmente de
que obtienen sus energías de los demás. Simplemente se sienten mejor cuando
están cerca de personas vitales. Quien permanece cerca de un succionador durante
un cierto tiempo comienza a sentirse cansado por motivos desconocidos. Muchas
veces, la v íctima siente ganas –por un profundo instinto de supervivencia– de
alejarse del succionador. En cuanto está lejos, comienza a sentirse mejor,
encontrando su comportamiento como algo inexplicable. Y, muchas veces, la persona
vuelve con la intención de –desde allí en adelante– tratar mejor a su
succionador, tolerarlo más, tener más paciencia con él. Y es de nuevo
succionada, para volver a sentirse irritada y comenzar a culparse nuevamente.
El individuo no entiende que aquella irritación y el deseo inexplicable de
alejarse del succionador son, en realidad, el resultado de un grave agotamiento
y que su propia naturaleza, viendo el peligro que corre, lo ayuda a huir.
Cuando el succionador forma parte de la familia o del círculo
de amistades, los problemas son más difíciles de resolver. El ciclo fuga-complejo
de culpa-regreso es repetido centenares de veces por parte de la víctima. Ésta
puede consultar a un médico y explicarle su agotamiento, su irritación cuando
la situación se arrastra sin que nadie pueda hacer nada. El médico no consigue
constatar dolencia alguna y no puede, por lo tanto, hacer nada por su paciente.
Algunos succionadores sacan energía de todos los que le
rodean. No siempre la persona egocéntrica, que quiere todo para sí y exige la
atención de los demás, es un succionador. Puede agotar a los demás por otros
motivos. Un parásito es un individuo tan egocéntrico, cerrado en su propio
mundo, aislado, que le falta la capacidad de dejar fluir su energía hacia el mundo
y hacia los otros. Por alguna razón no tiene contactos con el océano de
energías a su alrededor.
Uno de los sensitivos describió a una persona de estas
características como un parásito psicológico, que usa energías mentales,
emocionales y vitales de otras personas.
Una observación más detallada del problema del succionador
mostró que este fenómeno tiene un efecto decisivo en la energía física. La
doctora Karagulla pidió a los sensitivos que observasen los vórtices de energía
(“chakras”) en el cuerpo energético. Se verificó entonces que la energía
succionada salía siempre del lugar donde se encontraba el vórtice más débil. Un
individuo con un vórtice de poca vitalidad en la región del corazón (chakra
cardíaco o plexo solar) pierde energía de ese sitio específico. Una persona que
tenga un vórtice energético a la altura de la garganta (chakra laríngeo) en
malas condiciones perderá energía en ese lugar.
Los succionadores tienen diversos métodos para sacar la
energía a los demás.
Algunos usan la voz. Un hombre muy egocéntrico, muy
hablador, saca la energía a su víctima obligándola a escucharlo. Esta, obligada
a escuchar sin parar, se sentirá cada vez más desanimada, sus campos vitales y
hasta los emocionales y mentales se debilitarán, mostrando un estado general de
agotamiento. Y, cuanto más cansada se siente aquélla, más difícil le es escapar
del parásito. Existen también succionadores que usan los ojos, la mente, la
imposición de las manos.
La doctora Karagulla explica cómo trabaja un succionador.
Una mujer llamada Carrie se quejaba de soledad, de falta de contacto social. Si
invitaba amigos a visitarla, la gente se disculpaba y no aparecía. Quien salía
con ella una vez, sistemáticamente rechazaba invitaciones posteriores. Ella
discutió con sus amigos, y preguntó a un psiquiatra qué era lo que no
funcionaba bien. ¿Porqué las personas no la querían?. Era una mujer cortés,
bien educada, pero muy egocéntrica. En el período en que la doctora Karagulla y
los sensitivos la observaban, uno de sus amigos, junto con su esposa, aceptó una
invitación para una reunión. En grupo sería más fácil observarla. La esposa de
ese amigo estaba convaleciendo de una grave enfermedad, pero él se encontraba
muy bien.
Los dos observadores también estaban bien de salud.
Los invitados llegaron, todos estaban descansados, alegres,
bien dispuestos. Pero al correr del tiempo la mujer convaleciente fue sintiéndose
cada vez más deprimida, cansada y pálida. Los dos sensitivos observadores también
hubieron de luchar contra el vampirismo de Carrie, pero incluso así se
sintieron exhaustos. La noche siguió su curso, y finalmente la joven
convaleciente se disculpó, afirmando que se sentía mal: su marido tuvo que
ayudarla a levantarse de la poltrona. El sabía de la experiencia que se estaba
llevando a cabo y, a pesar de que nadie había mencionado el nombre de Carrie,
llegó a la conclusión de que él y su mujer habían sido víctimas de una pérdida
de energía.
Quien ya se encuentra en un estado de debilidad se vuelve
automáticamente presa fácil de un succionador. Varias observaciones probaron
que Carrie era realmente una especie de vampiro. Ella no era consciente de su
vampirismo, sintiéndose simplemente alegre y de buen humor después de haber
pasado la noche con sus huéspedes. En cocktails y otras reuniones, ella nunca
se relacionaba con los demás invitados. En lugar de eso, se instalaba
confortablemente en un sillón, desde el cual pudiese ver todo lo que pasaba.
Allí permanecía, con una mirada soñadora, buscando, con una calma intensidad, uno
tras otro, a todos los convidados. Con el pasar de las horas se transformaba de
una mujer pálida y desanimada, en una persona vital, con muchos colores,
habladora y alegre.
Y así se quedaba en su sillón, durante horas, sin
aproximarse a nadie. Al finalizar la velada se la veía radiante, vibrante,
contando a su anfitriona cómo se había divertido, ¡cómo la noche había sido
maravillosa!. A pesar de tales elogios, rara vez era invitada nuevamente.
Las anfitrionas no gustaban de ella porque Carrie jamás
contribuía al éxito de las reuniones.
Otro caso interesante es el de un paciente que también se
convirtió en víctima de un succionador. Loraine era una joven llena de
vitalidad y energía con una dosis más que media de entusiasmo. Súbitamente
comenzó a sufrir de agotamiento físico, sintiéndose cada vez más cansada,
llegando hasta no poder levantarse más de la cama.
Su médico ordenó la internación en un hospital para
observación, pero todos los exámenes practicados resultaron negativos: no tenía
enfermedad alguna. Después de una semana en el hospital, Loraine comenzó a
recuperarse, reencontrando su vitalidad perdida, y se le dio el alta. Pero unos
meses más tarde estaba de vuelta en el hospital con un cuadro de agotamiento
total. Nuevamente, los exámenes (inclusive psiquiátricos) no revelaron nada.
La doctora Karagulla fue consultada al respecto, y decidió
ir a observar a Loraine en su propia casa durante un largo fin de semana,
terminado el cual había llegado a una conclusión sorprendente, más tarde
confirmada por los sensitivos. La doctora Karagulla también se había sentido
agotada durante su estadía en casa de la familia de Loraine. Una tía, que
habitaba en la misma casa y siempre rondaba cerca de la muchacha, era un succionador.
La doctora Karagulla habló francamente con Loraine, sugiriéndole que se ausentara
más seguido de la casa, a fin de recargarse. El caso quedó definitivamente esclarecido
cuando la tía de Loraine realizó un viaje a Europa: la muchacha se recuperó
totalmente.
Loraine nada ten ía contra su tía. La doctora Karagulla explicó que su irresistible necesidad de abandonar la casa era un esfuerzo natural por salvarse.
Loraine nada ten ía contra su tía. La doctora Karagulla explicó que su irresistible necesidad de abandonar la casa era un esfuerzo natural por salvarse.
El sensitivo que observó a Loraine y su t ía pudo ver
claramente que los campos de energía de Loraine eran totalmente vaciados por
aquélla. Uno de los sensitivos dio una buena descripción de la actuación del
succionador, y otros dos hicieron observaciones semejantes sin conocerse. Todos
ellos vieron una abertura bastante ancha en el campo vital del succionador, en
el plexo solar. De los bordes de esa abertura surgían tentáculos en forma de
ganchos, que se aferraban al campo de energía de quien estuviese cerca. Es curioso
cómo aquí son confirmadas las declaraciones de investigadores teosofistas (particularmente
Annie Bessant y Charles Leadbeater) siempre ridiculizados por la ciencia oficial.
Muchas veces el succionador sentía deseos de tocar a la
persona, queriendo estar tan cerca de ella como le fuera posible. Algunas personas
quitan la energía a otros individuos solamente estando cerca de sus v íctimas.
Succionadores que chupan a su víctimas a través de los ojos o la voz no
precisan siquiera esta proximidad.
Todo esto significa que las historias sobre vampiros no son
tan insensatas.
Vampiros psíquicos –y ellos no necesitan siquiera ser humanos–
succionan la sangre del alma. Y tal vez esto suceda a una escala mucho mayor de
lo que imaginamos. El poder de poseer a otra persona, succionándola, no se
manifiesta solamente en el plano material sino, también, en el de las energías
finas y sutiles, que existen mucho más allá de lo que los propios sensitivos
pueden percibir.
Los fenómenos y acontecimientos son manifestaciones de
impulsos invisibles operando en el mundo físico y en el mundo espiritual. A través
de estos impulsos se hace la Historia y ocurren los cambios. Cuando los hechos
ocurren sin que se tenga consciencia de estos impulsos, el hombre se transforma
en un fantoche, un títere. No es el hombre quien usa a las ideas. Son las ideas
las que usan a este hombre.
Éstos son nuestros enemigos. Pero, muchas veces y quizás sin
saberlo, el peorenemigo que debemos enfrentar duerme dentro de nosotros mismos.
Ciertos impulsos autodestructivos, de autosabotaje, crean las condiciones
propicias para que esas agresiones se filtren en nuestro interior,
perjudicándonos en las distintas formas que hemos visto. El descreimiento y el
escepticismo también son formas adecuadas de boicotearnos, pues aquel que no
cree en estas cuestiones (como si se tratara de una simple cuestión de fe, y no
de necesaria información, observación y experimentación) obviamente nunca
admitirá ser víctima de tales ataques, y adjudicará la causa de sus males y
problemas a supuestas explicaciones autogratificantes de diversa índole que no harán
más que confundirlo, alejándole de la realidad. Es el mismo caso del enfermo psicótico,
a decir de los especialistas. El psicótico puede ser definido como el individuo
que no es consciente de su enfermedad, a veces con tendencia a creer que los
locos son todos los demás, a diferencia, por ejemplo, del neurótico (una buena
parte de nuestros contemporáneos) que es aquél que sí tiene consciencia de sus
problemas y trata de hacer algo para solucionarlos. Se dice que el psicótico es
incurable, y esto es lógico: si él no admite estar enfermo, tampoco admitirá
someterse a tratamiento, que es lo mismo que decir que no quiere curarse. Y no
se curará. Esto es lo que ocurre cuando un escéptico es atacado psíquica o
astralmente.
La inseguridad en nuestra propia capacidad es otro
obstáculo. Si ustedes van a combatir pensando en la posibilidad de perder, en
realidad ya están vencidos. Un buen ejemplo ocurrió hace unos años cuando un
amigo mío a quien, por razones personales, sólo llamaré por su nombre de pila,
Rafael. Pero tal vez algunos de mis lectores deduzcan a quién me refiero, pues
supo ser un esoterista bastante respetado en nuestro medio.
Buen astrólogo y profundo estudioso del I Ching, poco después
de cumplir treinta y tres años enfermó gravemente. El diagnóstico fue
terminante: de alguna forma, a una profunda “depresión psicológica” le había
seguido, por una extraña degeneración metabólica, una forma poco común de
leucemia.
Se ensayaron –ésa es la palabra exacta– distintos métodos
terapéuticos alopáticos, pero sin éxito alguno. Confinado a su cama de
hospital, cierto día le visité junto a un compañero de estudios e
investigaciones. Me reservo el contenido de la conversación que mantuvimos con
él ese día, pero la idea fundamental podría sintetizarse en unas palabras que
dije: “vos sabés que no hay cura convencional para tu enfermedad. Pero, porque buceamos
juntos en los Arcanos, también sabés que hay otras formas de curarte”. Pero Rafael
tuvo miedo. Dudó de sus conocimientos. Quizo confiar en la última posibilidad
de los médicos de sala. Olvidó a la Gaya Ciencia, a la curación ocultista, al poder
de la fe y la mente. Volvió su atención a la medicina ortodoxa, y a los
psiquiatras ortodoxos que trataban de explicarle –y explicarse– el porqué de su
permanente depresión, tan resistente a los químicos neurológicos. Murió dos
semanas más tarde.
Finalmente, recuerden que nosotros podemos, por extraña
simbiosis, estar alimentando a diversos entes de planos inferiores, o crear
verdaderas ideas forma que adquieren independencia psíquica, subsistiendo a
expensas de nuestras energías.
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